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domingo, enero 08, 2012

Ética del 'Público'


El diario español Público agoniza. La editora del periódico ha solicitado esta semana concurso voluntario de acreedores. Veremos. Sus seguidores se han movilizado. Público se había convertido en diario de referencia de una izquierda social huérfana de medios con esa orientación. Ayer, en la página 8 del diario, el escritor Antonio Orejudo reflexionaba a partir de la reacción de algunos lectores que se han movilizado en un intento de salvar la cabecera:
(...) He leído un montón de tuits esta semana lamentando la posible desaparición del periódico (...) De los propios lectores ha nacido una conmovedora iniciativa para salvar el periódico. Se trata por un lado de enviar una petición a los editores y por otra de comprarlo. Perdonadme la pregunta, pero… ¿no compraban ya el periódico de papel todos esos fans que lloran ahora su desaparición? Pues no, parece ser que no. La mayoría debía de entrar, pinchar aquí y allá (...) convencida de que un periódico (...) brotaba espontáneamente del puro buen rollo. Pues parece ser que no, queridos amigos de la cultura gratuita en internet, parece ser que hasta Público necesita dinero entre otras cosas para pagar a los 160 profesionales que ponen el periódico en la calle todos los días y que en un acto que los honra, pero que no puede durar mucho, han seguido trabajando pese a no haber recibido su salario durante el mes de diciembre. (...)
Asombroso. Parece que sí, que para poder editar un periódico y que los profesionales puedan ejercer su trabajo, se necesita que la gente pague por ello. Obviamente nadie está obligado a soltar la pasta por aquello que no quiere comprar, pero resulta igualmente obvio que no es ese aquí el quid de la cuestión.

Hay una opinión muy extendida (al menos así la he percibido en múltiples conversaciones) que considera que los medios de comunicación están intoxicados por los mandamases empresariales que los editan. Que son la voz de su amo. Que el periodista no tiene independencia. Algunos de quienes así opinan consultan ciertas páginas que consideran independientes y merecedoras de credibilidad pero que, ¡oh!, resultan en la mayoría de los casos meros contenedores de opinión. Y es que la opinión es muy barata, otra cosa es la investigación y redacción, el oficio del periodismo. ¿Habrá que pagar por conseguir información? Puede, salvo que lo único a lo que aspiremos sea a una vorágine de opiniones cada vez menos fundamentadas. A una cacofonía de prejuicios.

La verdad es que es un incordio que los profesionales de ciertos ramos aspiren a vivir de su trabajo, o al menos a no perder demasiado. ¡Con lo cómoda que resulta la gratuidad! ¡Ah! Hermosa cantinela esa que dice que lo importante para los músicos es el directo, no los discos (Ayer mismo escuché a un músico que confesaba disfrutar mucho más del estudio que del escenario por cuestión de timidez. Pobre). Esa conclusión circula como un mantra apaciguador de la posible mala conciencia de quien no paga un euro por escuchar música y, sin embargo (¡magia!), dedica horas enteras a hacer uso de ella (más que a escucharla, que eso es un arte). Conste que nadie ha hecho una encuesta entre músicos para concluir que el escenario sea su aspiración y el estudio, un estorbo. Pero, como dice el dicho, el cliente siempre tiene la razón (que es una de las mayores soplapolleces de sumisión por necesidad). Uno de los recursos de ese cliente (que no paga, he ahí una hermosa paradoja) es acogerse a la declaración rimbombante de tal o cual músico (o cineasta, o escritor, gremios ahora concomitantes en sus desdichas) que decidió regalar la descarga de su disco. (Y pensar que antes la descarga era una forma musical). ¡Genial! A eso llamo yo libertad individual, y a la conclusión interesada: pura y dura imposición. La clásica confusión del todo por las partes.

Resulta que sí, que el estudio de grabación cuesta lo suyo, que el trabajo del técnico de sonido es trabajo y no mero hobby. Y mira que me cuesta entenderlo. ¿Por qué cobra el técnico del estudio si tiene un concierto privado gratis? Debe de ser la repanocha que encima te paguen por escuchar. Pero, ¡espera!, que creo que me estoy equivocando de enfoque. En realidad, como lo importante son los conciertos, ¿para qué grabar discos? ¡Todos al escenario! Va a haber una ocupación de escenarios de tal calibre que aquello va a ser lo más parecido a lo de las 'camas calientes' de los apartamentos de inmigrantes explotados, que primero echas tú una cabezada (tocas tú) y después voy yo (toco yo) y más tarde el otro (toca él). Fascinante, un no parar de conciertos. Escenarios calientes. Pero, ¿quién va a pagar tanta actuación?

Las opiniones calan por insistencia. Aquello de la adaptación de la 'industria cultural' a la 'cultura digital', es una de ellas. Es que no se adaptan a los tiempos modernos, se repite. Pero, ¿qué significa eso? Quedarán muchas cosas por hacer, sin duda, pero, ¿no existen ya múltiples plataformas para comprar música a precio de saldo? ¿Incluso para, sin necesidad de comprarla, escucharla gratis o pagando una cuota mensual que cuesta menos que los cafés de un par de días? Todo es tan barato que sospecho de la viabilidad para el músico. Para esa inmensa mayoría de músicos, los que no venden o venden lo justito y a los que, sin embargo, se les tacha de privilegiados (y subvencionados, ese gran adjetivo despectivo). Son condenados por los "pecados" de cuatro privilegiados (que lo son, por cierto, gracias a la adoración colectiva). Siempre he sospechado que en España es tradición considerar afortunado al artista por el mero hecho de serlo, con independencia de su realidad cotidiana. Es el estatus del arte como hobby que puebla el inconsciente colectivo. El característico odio español hacia quien ejerce una actividad a la que se le presupone un placer, no una mera eficiencia productiva. Esa es en España una verdadera tradición.

Resulta enternecedora la campaña promovida por algunos lectores de Público, que el diario ha acogido bajo el lema La mejor forma de apoyar a Público es comprarlo cada día. Es tan evidente que las cosas son inviables si no se paga por ellas (al menos con este sistema económico vigente) que, llegar a la conclusión de que pagar es la mejor ayuda para la subsistencia del medio, es como descubrir por asombrosa iluminación divina que beber puede saciar la sed o comer apaciguar el hambre. Pero claro, resulta tan cómodo hacer click y que aparezca todo un periódico ante nuestros ojos sin haber pagado nada... Bueno, sí, cada mes soltamos una generosa pasta a la compañía telefónica que nos sirve una conexión de mierda a precio de caviar. Pero claro, como no nos queda otra para entrar en internet que pasar por el aro... ¿Y los artistas? Que paguen su conexión a internet y que por ella esparzan su arte para nuestro gozo y disfrute. Que de cobrar por ellos ya se encargará a final de mes Telefónica, Vodafone, Orange, Ono y otros, los grandes camellos del siglo XXI, los que se reparten los jugosos beneficios de nuestra desesperada adicción a la gratuidad. Y es que ahora los yonquis no usan aguja, usan ADSL.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

3 comentarios:

jesus dijo...

no hace mucho, en blog amigo, se comentaba el apoyo el publico de cierta ciudad que había firmado en solidaridad con el festival qeu por los motivos imaginables, no se iba a celebrar. mi comentario fue mas o menos que eso de las firmas me parecia algo mas bien gratuito. el apoyo real es de los que con regularidad van a los conciertos no de quienes lamentan (a toro pasado) su desaparicion. y de "publico" pues lo mismo. yo lo compro con regualridad (4/5 veces semana) desde sus inicios, si sigue pues bien pero si se va al garete que no cuenten tampooc con mi firma, y mas porque ya estoy un poco hasta el moño de sus aburridas y recurrentes consignas. asi qeu carlos, no me pidas un talon con mi firma por si acaso no vaya a ser que dejemos de ser amiguetes :-)

Apatico 2005 dijo...

Tengo la sensación de que la fuerza que tenían las iniciativas de respuesta ciudadana se está diluyendo, precisamente por el exceso de iniciativas que se resuelven con un "me gusta" o con gestos que requieren un esfuerzo semejante. Uno al final ya no sabe ni qué o a quién está apoyando, pero apoya mucho.

En este caso me resultaba interesante el punto de partida del articulista, tan aplicable a tantas realidades que bien conocemos.

PD: He aquí un comprador de una media de dos periódicos diarios. Así que mi firma tiene forma de euro.

jesus dijo...

pues es que ahora con firmar uno se lava la conciencia y listo, a otra cosa. el conformarse con parecer. la solidaridad no cuesta nada. la militancia es compromiso. nada qeu ver, vamos.

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