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martes, enero 06, 2009

Iñaki Sandoval - "Usaquén"


Una frase del poeta griego Píndaro (cuyo nacimiento se fecha en torno al 518 antes de Cristo) preside el austero libreto de este Usaquén de Iñaki Sandoval: Aquello que es bello lo es por necesidad. Dice Iñaki que con esa frase se evita explicar en texto la música; la música habla por sí misma, si hubiera de hacerlo con palabras es que quizá algo falla, piensa. Sea por la razón que fuere Iñaki nos ha evitado el suplicio de leer el tradicional texto elogioso de la pluma por encargo (que además en muchos casos deviene en un ejercicio lírico del autor) o la también usual semblanza formativa y profesional que tiene tendencia al relleno (como un día me crucé con X por la calle X forma parte de mi biografía).

Que Iñaki Sandoval haya ahorrado palabras no es óbice para que con una frase ajena nos esté dando ya unas cuantas pistas del contenido musical de Usaquén. La frase del poeta griego incide en un concepto fundamental en el sentido creativo de Sandoval, la belleza. La búsqueda de la belleza es el objetivo último que persigue todo creador, confiesa el pianista en una conversación con servidor. Pero semejante afirmación me genera dudas: ¿qué entendemos por belleza? Es probable que para muchos la belleza esté ligada a aquello que calificamos hermoso, agradable a los sentidos. Y, sin embargo, en muchas ocasiones la belleza que infunde en nosotros deleite espiritual (léase definición de "Belleza" de la RAE) y que nos hace amar el Arte poco o nada tiene que ver con una concepción de la belleza estética comúnmente aceptada. Grandes obras de la historia del Arte (y de la Música) están lejos de ser aceptadas por la mayoría como bellas o hermosas y sin embargo producen en muchos ese deleite espiritual y despiertan amor (adicción incluso). La belleza no es siempre cómoda a los oídos o agradable a la vista.

Dicho lo cual, y para no caer en el defecto del plumilla por encargo, la belleza en este Usaquén puede ser asumida por quienes la conciben amable y también por quienes son alérgicos al azúcar. No hay azúcar pero sí intimismo y lírica musical en este segundo proyecto discográfico del pianista navarro tras su debut con Sausolito (2005 - Ayva Music) de la mano de una de las rítmicas de Tete Montoliu, la de Horacio Fumero (contrabajo) y Peer Wyboris (batería). Fallecido el alemán (a quien está dedicado el disco) Sandoval renueva el trío con la incorporación de David Xirgu. Así son tres generaciones, tres décadas, las que se reúnen en torno a las composiciones de Sandoval (a excepción de un par de temas de Fumero y uno con firma de los tres). Y el resultado es un buen trabajo de composición, de compenetración y de calidad (y calidez) musical que muestra un rigor y una seriedad dignas de atención. Cada detalle está mimado y, sin embargo, no cerrado. La música fluye con una naturalidad despreocupada, como si fuera de paseo con las manos a la espalda y la mirada distraída en el paisaje. Simplemente (¿?) deja surgir el bagaje de los tres que, de veras, parecen uno. Y asoma la formación clásica de Sandoval que construye un idioma musical que suena propio, en el que los lenguajes no delimitan territorios fronterizos sino que forman con naturalidad parte del mismo.

Tiene Iñaki Sandoval sensibilidad y talento. Da la sensación de que sabe moverse con cautela, que conoce el riesgo de tomar decisiones de manera compulsiva y que permite que las ideas se tomen su tiempo y acepten sus circunstancias. Y eso no abunda en esta época en la que los invernaderos permiten obtener género pero a costa de corromper su ritmo natural. Y la verdadera música (como el verdadero Arte) necesita tiempo y espacio. La de Iñaki Sandoval suena de verdad. Ahora en trío pero, ¿algún día a solo? Espero que sí porque cuando lo apunta promete. Pero si Píndaro tiene razón eso sólo sucederá si llega por necesidad. Sin ella el Arte es de cartón piedra.

© Carlos Pérez Cruz

Comentario publicado originalmente aquí.


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