Después de mucho pensar (es un decir) he caído en la cuenta de que no es una cuestión de inercia. Me refiero a la extraña costumbre extendida en nuestra sociedad durante este Invierno (nombre técnico del periodo de meses comprendido entre diciembre y marzo) de mantener la calefacción no sólo encendida sino a gran temperatura. Una costumbre que no es monopolio de empresas y comercios sino que se practica con profusión en casas particulares, especialmente en aquellas con calefacción central.
No puede ser por inercia porque nadie, con razonable salud, puede llegar a sentir frío en días con termómetros en torno a los 20 grados centígrados. Y no será por la complejidad en el encendido y apagado de los aparatos (On - Off). Por eso he llegado a la conclusión de que esta tortura de calor, que se suma al regalo climático que nos hemos hecho vía madre naturaleza, tiene como único fin y objetivo el bien común del adelgazamiento.
Sí amigos, el efecto solidario que llevó a miles de ciudadanos a apagar la electricidad hace unas semanas para protestar, aparentemente, contra nuestro propio comportamiento ecológico, es el que ha llevado a esta campaña generalizada de adelgazamiento mediante el uso de saunas colectivas. Puede que resulte contradictorio, lo sé, pero la clave de este movimiento no era la ecología, como pareció entenderse, sino la extensión de la SOLIDARIDAD entre seres humanos. Se procura con ello compartir experiencias, ya sea un apagón colectivo, ya sea una sudada general.
Llegará el Verano (periodo no sólo técnico sino climático) y surgirá de nuevo un movimiento espontáneo que enfriará los ánimos del personal con el frío helador de miles de aparatos de aire acondicionado. Y entonces la SOLIDARIDAD tendrá como único fin la conservación de nuestras esbeltas figuras modeladas en invierno.
No puede ser por inercia porque nadie, con razonable salud, puede llegar a sentir frío en días con termómetros en torno a los 20 grados centígrados. Y no será por la complejidad en el encendido y apagado de los aparatos (On - Off). Por eso he llegado a la conclusión de que esta tortura de calor, que se suma al regalo climático que nos hemos hecho vía madre naturaleza, tiene como único fin y objetivo el bien común del adelgazamiento.
Sí amigos, el efecto solidario que llevó a miles de ciudadanos a apagar la electricidad hace unas semanas para protestar, aparentemente, contra nuestro propio comportamiento ecológico, es el que ha llevado a esta campaña generalizada de adelgazamiento mediante el uso de saunas colectivas. Puede que resulte contradictorio, lo sé, pero la clave de este movimiento no era la ecología, como pareció entenderse, sino la extensión de la SOLIDARIDAD entre seres humanos. Se procura con ello compartir experiencias, ya sea un apagón colectivo, ya sea una sudada general.
Llegará el Verano (periodo no sólo técnico sino climático) y surgirá de nuevo un movimiento espontáneo que enfriará los ánimos del personal con el frío helador de miles de aparatos de aire acondicionado. Y entonces la SOLIDARIDAD tendrá como único fin la conservación de nuestras esbeltas figuras modeladas en invierno.
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