Como es costumbre, la revista Cuadernos de Jazz solicita mi lista de los cinco mejores discos del año 2012. Como no existe eso, yo entrego otra cosa que explico a continuación:
Carlo Actis Dato & Baldo Martínez Sonidos de la tierra
Irene Aranda Yetzer
Agustí Fernández & Ramón López Azul
Chris Kase Six
Pablo Selnik & Marco Mezquida Miscelánea núm.2
“Los músicos no
estamos en crisis… creativa”. Eso me respondía recientemente el pianista
Agustí Fernández cuando le mostraba mi asombro por su ingente actividad
discográfica en tiempos de crisis del concepto. En efecto, por fortuna
para nuestra salvación, la música ha seguido siendo en 2012 un asidero
fiable para salvaguardarnos de la ESTAFA que está horadando nuestro
bienestar. En contra del acomodaticio “cualquier tiempo pasado…”, la
música creativa sigue palpitando con energía e invocando a nuestros
sentidos, más atribulados que de costumbre y sometidos por los
meteoritos digitales.
Por segundo año consecutivo me veo en la “obligación” de ofrecerles aquí mi lista de los mejores discos del año. Y por segundo año consecutivo me revuelvo contra semejante absurdo y contra el jefe contraviniendo sus indicaciones. Ni son los mejores ni están ordenados por preferencia (lo están por orden alfabético). Son cinco discos publicados en 2012 (lo único que respeto) que, por una u otra razón, me parecen un extraordinario consuelo y estímulo para el alma.
Entre los cinco aparece esa “santísima trinidad” del jazz ibérico (bautismo de Chema García) que forman el propio Agustí Fernández, Ramón López y Baldo Martínez. Los dos primeros hechizan el tiempo y el espacio con su Azul, mientras Baldo baila con el italiano Carlo Actis Dato ese folclore imaginario que es Sonidos de la tierra. Sin duda forman mi trío base. A partir de ellos, todo es posible. También lo es que Chris Kase se supere a sí mismo como ha hecho este año con Six, el sexto de una discografía in crescendo donde la sutileza y la calidez de su música desbordan la belleza.
Hasta aquí los “clásicos”, pero en esta lista figuran tres nombres (todavía) más jóvenes: Pablo Selnik y Marco Mezquida, que me desarbolaron con su descarada Miscelánea núm. 2, e Irene Aranda, la pianista jiennense, cuyo Yetzer es (casi) un milagro. Aunque este milagro es fruto de una constancia y un empeño personal que son, a su vez, un retrato de las miserias culturales de este país. Su disco, que ni siquiera existe como tal, es la expresión creativa de una inmensidad interior que, lamentablemente, se confronta con la vasta vacuidad del exterior español. Vamos, un milagro.
Por segundo año consecutivo me veo en la “obligación” de ofrecerles aquí mi lista de los mejores discos del año. Y por segundo año consecutivo me revuelvo contra semejante absurdo y contra el jefe contraviniendo sus indicaciones. Ni son los mejores ni están ordenados por preferencia (lo están por orden alfabético). Son cinco discos publicados en 2012 (lo único que respeto) que, por una u otra razón, me parecen un extraordinario consuelo y estímulo para el alma.
Entre los cinco aparece esa “santísima trinidad” del jazz ibérico (bautismo de Chema García) que forman el propio Agustí Fernández, Ramón López y Baldo Martínez. Los dos primeros hechizan el tiempo y el espacio con su Azul, mientras Baldo baila con el italiano Carlo Actis Dato ese folclore imaginario que es Sonidos de la tierra. Sin duda forman mi trío base. A partir de ellos, todo es posible. También lo es que Chris Kase se supere a sí mismo como ha hecho este año con Six, el sexto de una discografía in crescendo donde la sutileza y la calidez de su música desbordan la belleza.
Hasta aquí los “clásicos”, pero en esta lista figuran tres nombres (todavía) más jóvenes: Pablo Selnik y Marco Mezquida, que me desarbolaron con su descarada Miscelánea núm. 2, e Irene Aranda, la pianista jiennense, cuyo Yetzer es (casi) un milagro. Aunque este milagro es fruto de una constancia y un empeño personal que son, a su vez, un retrato de las miserias culturales de este país. Su disco, que ni siquiera existe como tal, es la expresión creativa de una inmensidad interior que, lamentablemente, se confronta con la vasta vacuidad del exterior español. Vamos, un milagro.
© Carlos Pérez Cruz / www.cuadernosdejazz.com
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