Dos instantáneas, un mismo día. Amanece y la brocha de nubes extiende un manto blanco. Después de cubrirlo todo, lo retira con agua. Es una purgación, una limpia del rostro urbano. Lo más parecido al afeitado.
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jueves, enero 24, 2013
miércoles, enero 23, 2013
Precariedad

El objetivo vendría a ser convertir los aplausos
en dinero contante y sonante para tirar hacia
adelante. Soy consciente de que la imagen más
amable es imaginar al artista como alguien ajeno
a esas menudencias, a un ser que se eleva sobre
las obligaciones cotidianas para hacernos más
llevaderas las nuestras. Pero no, resulta que
los creadores son igualmente ciudadanos con sus
obligaciones y facturas, incluso con un plato
por llenar.
La narración de la historia del jazz está llena de miserias y putrefacciones. Sin embargo, se lee más como si fuera narrativa de ficción que libro de historia. De esa manera, las vidas que bordean (o chapotean en) lo indigno son novelescas, no biográficas. Lamentablemente, bajo el halo místico se encuentra el fango: real y tangible como un plato de alubias.
Cada cierto tiempo nos llegan de Estados Unidos noticias de músicos que, a pesar de su leyenda y veteranía, se encuentran en la ruina o a punto de ser desahuciados. Todos conocemos las peculiaridades del sistema sanitario estadounidense (que se lo digan a Vic Chesnutt, que en paz descanse), y por eso uno entiende más si cabe la imprescindible lucha a cara de perro por mantener el nuestro lo más lejos posible de las garras privadas. Músicos de renombre, conocidos en todas partes del planeta por los aficionados al jazz, ven cómo su mundo se derrumba con la llegada de la enfermedad, a pesar de llevar décadas al servicio de nuestro paladar estético. Le pasó recientemente a Clark Terry y ahora le ha sucedido a Julian Priester (y a tantos otros antes y ahora). En Estados Unidos, enfermar es un lujo de ricos y ser jazzista no abre precisamente las puertas de Wall Street.
La narración de la historia del jazz está llena de miserias y putrefacciones. Sin embargo, se lee más como si fuera narrativa de ficción que libro de historia. De esa manera, las vidas que bordean (o chapotean en) lo indigno son novelescas, no biográficas. Lamentablemente, bajo el halo místico se encuentra el fango: real y tangible como un plato de alubias.
Cada cierto tiempo nos llegan de Estados Unidos noticias de músicos que, a pesar de su leyenda y veteranía, se encuentran en la ruina o a punto de ser desahuciados. Todos conocemos las peculiaridades del sistema sanitario estadounidense (que se lo digan a Vic Chesnutt, que en paz descanse), y por eso uno entiende más si cabe la imprescindible lucha a cara de perro por mantener el nuestro lo más lejos posible de las garras privadas. Músicos de renombre, conocidos en todas partes del planeta por los aficionados al jazz, ven cómo su mundo se derrumba con la llegada de la enfermedad, a pesar de llevar décadas al servicio de nuestro paladar estético. Le pasó recientemente a Clark Terry y ahora le ha sucedido a Julian Priester (y a tantos otros antes y ahora). En Estados Unidos, enfermar es un lujo de ricos y ser jazzista no abre precisamente las puertas de Wall Street.

Julian Priester
El trombonista Julian Priester, de 77 años,
sufre una enfermedad de riñón y necesita recibir
trasplante. Los gastos asociados al tratamiento
les llevaron a él y a su mujer a perder su
vivienda y a almacenar sus pertenencias. La
imposibilidad de afrontar los gastos de
almacenaje pone en riesgo las pertenencias, que podrán
ser subastadas si no consiguen pagar la deuda.
Para alguien que lleva más de sesenta años
entregado a la música y en cuyo currículo
figuran desde Sun Ra a John Coltrane, pasando
por Max Roach o Herbie Hancock, suena
francamente injusto. Injusto o no, su realidad
no es ni mucho menos una excepción (la lista es
larga). Si en España ser jazzista a tiempo
completo es vivir en precario y en negro, en
Estados Unidos la realidad es parecida, con el
agravante consabido de que acceder a
determinados servicios sanitarios puede
aniquilar de un plumazo seis décadas de vida
profesional.
“Ninguno de los clubes de jazz en los que gastas tu dinero lo ingresa en el fondo de pensiones para los músicos que trabajan allí. Y yo les he dicho no, porque esa es la verdad”. Palabras del trompetista Jimmy Owens que uno recibe como un sopapo de realismo al entrar en la página web de ‘Justice for Jazz Artists’. Denuncian prácticas degradantes de clubes que forman parte de nuestro imaginario mítico, como el Village Vanguard o el Birdland neoyorquinos. Un fondo de pensiones que, imagino, le habría venido de perlas al trombonista dado que, al carecer de él, sus ingresos dependen fundamentalmente de los bolos y giras. Y claro, cuando se está a la espera de un riñón…
La historia de esta música está escrita con sangre, sudor y muchas lágrimas al final del camino. Y para secar las lágrimas, músicos como Terry o Priester se ven abocados a la caridad (que nada tiene que ver con la justicia). Gracias a las donaciones anónimas por internet, se pueden paliar situaciones extremas. Pero no parece de recibo que sesenta años de trabajo dependan del altruismo del personal. Estas soluciones no dejan de ser un parche en las costuras del sistema.
“Ninguno de los clubes de jazz en los que gastas tu dinero lo ingresa en el fondo de pensiones para los músicos que trabajan allí. Y yo les he dicho no, porque esa es la verdad”. Palabras del trompetista Jimmy Owens que uno recibe como un sopapo de realismo al entrar en la página web de ‘Justice for Jazz Artists’. Denuncian prácticas degradantes de clubes que forman parte de nuestro imaginario mítico, como el Village Vanguard o el Birdland neoyorquinos. Un fondo de pensiones que, imagino, le habría venido de perlas al trombonista dado que, al carecer de él, sus ingresos dependen fundamentalmente de los bolos y giras. Y claro, cuando se está a la espera de un riñón…
La historia de esta música está escrita con sangre, sudor y muchas lágrimas al final del camino. Y para secar las lágrimas, músicos como Terry o Priester se ven abocados a la caridad (que nada tiene que ver con la justicia). Gracias a las donaciones anónimas por internet, se pueden paliar situaciones extremas. Pero no parece de recibo que sesenta años de trabajo dependan del altruismo del personal. Estas soluciones no dejan de ser un parche en las costuras del sistema.

Sinouj
La fórmula de pequeñas donaciones por internet
(el famoso
crowfunding) se está imponiendo como vía de
solución económica puntual para objetivos
concretos. Si a Priester ser le ayuda a afrontar
los gastos derivados de su estado de salud, a
grupos como el madrileño Sinouj se les procura
ayudar a hacer realidad un disco.
Mismas vías para objetivos cuyo grado de
urgencia difiere pero que son síntoma de la
precariedad general de la profesión. Aunque
Pablo Hernández – saxofonista y líder del grupo
– asegura que grabarán el disco se alcancen o no
los 4500 € solicitados (con un solo sobre de los
de Bárcenas estaba hecho), no todos los artistas
podrían hacerlo sin asegurarse la financiación
adecuada. Así vemos cómo nos llegan con bastante
frecuencia correos o mensajes a través de las
redes sociales que ruegan nuestra complicidad
con proyectos de todo tipo y condición. Algunos
salen, otros quedan en el camino. Resulta
agotador, tanto para el emisor como para el
receptor. Al artista, le obliga a estar en una
campaña permanente que impida que su petición se
pierda en el vasto océano de fugaces datos de
nuestras pantallas; a los posibles donantes, se
nos encoge un poquito el alma, como cuando
retiramos la mirada del mendigo que nos suplica
unas monedas en la puerta del supermercado. No
se llega a todo.
Mientras se divaga en torno a la ‘Ley de mecenazgo’ (¿la habremos soñado?) y la inversión pública va en franco retroceso, todo queda a expensas de la microbondad. Que los éxitos en ese campo no nos hagan perder de vista los sonoros y mayoritarios fracasos. Muy mal hablan de nuestra actitud cívica las cifras que ha desvelado la pianista Irene Aranda de su experimento Yetzer. La tan cacareada cultura libre de internet deja clara sus consecuencias. Permitir, como ha hecho Irene, que su música se pueda descargar libremente (lo que exigen – elijo el verbo de forma consciente - con enorme vehemencia) y dejar el pago a la voluntad del descargante ofrece, en su caso, cifras concluyentes: desde mayo de 2012 (lanzamiento del disco) hasta el presente mes de enero de 2013, a 775 descargas del disco les han correspondido 27 donativos, un porcentaje del 3,5%. Aranda zanja la información con el siguiente comentario: “Desde aquí, mi más sincero agradecimiento. Recuerda que tu apoyo es importante para que la música siga viva”. Adivino la risa floja de Irene al escribirlo.
Mientras se divaga en torno a la ‘Ley de mecenazgo’ (¿la habremos soñado?) y la inversión pública va en franco retroceso, todo queda a expensas de la microbondad. Que los éxitos en ese campo no nos hagan perder de vista los sonoros y mayoritarios fracasos. Muy mal hablan de nuestra actitud cívica las cifras que ha desvelado la pianista Irene Aranda de su experimento Yetzer. La tan cacareada cultura libre de internet deja clara sus consecuencias. Permitir, como ha hecho Irene, que su música se pueda descargar libremente (lo que exigen – elijo el verbo de forma consciente - con enorme vehemencia) y dejar el pago a la voluntad del descargante ofrece, en su caso, cifras concluyentes: desde mayo de 2012 (lanzamiento del disco) hasta el presente mes de enero de 2013, a 775 descargas del disco les han correspondido 27 donativos, un porcentaje del 3,5%. Aranda zanja la información con el siguiente comentario: “Desde aquí, mi más sincero agradecimiento. Recuerda que tu apoyo es importante para que la música siga viva”. Adivino la risa floja de Irene al escribirlo.

Portada de Yetzer de Irene Aranda
"La aventura que nos hace humanos para unos, o simple
pérdida de tiempo para los que reclaman que todo
sea manejable y brinde netos beneficios",
escribía en un artículo titulado
Sin filosofía Fernando Savater. De eso va la música (entre otras
cosas), de hacernos y sentirnos humanos. Datos
como los que ofrece la pianista jiennense
estrangulan “la aventura que nos hace humanos” y
se consagran al imperio de lo “manejable” (desde
luego descargar la música con un solo clic es
pura manejabilidad) y los “netos beneficios”
(los de quien invierte cero en música y recibe
TODO de ella, claro). Mientras todo se fíe a la
caridad, la calidad de la música (y de la vida
de los músicos) irá en retroceso. “Mientras
avance la tecnología, nadie lamentará el
retroceso del pensamiento”, sentencia Savater.
© Carlos Pérez Cruz
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com
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miércoles, enero 16, 2013
Algunas consideraciones a propósito del premio a Jorge Pardo
Francia premia a Jorge Pardo. Enhorabuena. Algunas consideraciones:
Leo las típicas reacciones/rasgadura de vestiduras que se producen en estos casos sobre que en España no pero fuera... que si tal o si cual. Correcto. Pero, ¿cuántos de los que hoy claman al cielo bostezan si les dicen que Jorge Pardo va a tocar en un festival de jazz español? Claro, siempre los mismos... claro, el flamenco...¿Ha premiado Francia lo evidente? (Por cierto, también el sello catalán Fresh Sound ha recibido premio por sus reediciones... silencio en la grada).
Hace unos días Chano Domínguez se quejaba de la "impresionante" indiferencia con que en España se había recibido su nominación a los Grammy, incluso de parte de los "periodistas especializados". "Te sientes como que no estás, casi como si no has nacido", remarcaba en declaraciones al periodista Francesc Peirón de 'La Vanguardia'. Enhorabuena Chano, pero a mí los Grammy me importan un carajo. Mis parámetros no los establece el show business. Si he de medir la relevancia o mi interés en el trabajo de un músico por ellos, dimito. ¿Tradicional envidia española? Zzzzzzzzzzzzz
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Jordi Pujol (Fresh Sound) y Jorge Pardo (Fotografía: Annie Yanbékian para www.francetv.fr) |
Hace unos días Chano Domínguez se quejaba de la "impresionante" indiferencia con que en España se había recibido su nominación a los Grammy, incluso de parte de los "periodistas especializados". "Te sientes como que no estás, casi como si no has nacido", remarcaba en declaraciones al periodista Francesc Peirón de 'La Vanguardia'. Enhorabuena Chano, pero a mí los Grammy me importan un carajo. Mis parámetros no los establece el show business. Si he de medir la relevancia o mi interés en el trabajo de un músico por ellos, dimito. ¿Tradicional envidia española? Zzzzzzzzzzzzz
Vale, entonces quedamos que fuera se reconoce... que aquí pasamos pero... En 2008 el alicantino Ramón López fue nombrado en Francia (sí, en Francia) 'Caballero de las Artes y las Letras'. ¿Cuánto se escribió sobre ello en nuestro país? Incluso en la marginalidad del jazz y músicas improvisadas, la prensa convencional de España discrimina entre los "me suena de algo" y los "¿quíén coño es?".
"Me han premiado por no ser un músico de jazz", titula Pablo Sanz con esta frase de Jorge Pardo en su artículo para 'El Mundo' sobre el premio al saxofonista y flautista. (Desconcierta el artículo porque titula con una declaración pero después no recoge declaraciones del músico). Se dice en el texto que es el primer músico español nominado a este premio de la Academia francesa:
a) no dice mucho en favor del jazz español.
b) no dice mucho en favor del conocimiento de la Academia francesa sobre el jazz español.
c) ¿una mezcla de a y b?
En un artículo de '20 minutos', Jorge Pardo responde a la (genérica) pregunta de "¿Cómo ve el panorama del jazz español? con un diagnóstico impecable: "Con cierto auge artístico y decadencia en sus soportes".
Francia es un país con tradición cultural. Cada tarde (¡he dicho tarde, sí!) uno puede sintonizar France Musique y escuchar un programa de jazz (entre otros muchos programas dedicados a la improvisación, como el ejemplar A l´improviste) con novedades, (también clásicos) e información de actualidad. ¿En España? Ya lo dejé escrito hace un año, así que no me repito y evito que me entre la risa floja.
La cultura se trabaja día a día, por costumbre e incidencia/insistencia. Para Jorge Pardo (y quizá para Chano) su(s) premio(s) repercutirá(n) en que en España lo(s) sigan contratando porque "me suena(n)" y además tiene(n) premio para lucir en la cartelera local. Para la escena (¿?) de jazz en España, su(s) premio(s) dan para un ligero movimiento tectónico, tan imperceptible que lo sienten tan sólo los sospechosos habituales; sirve(n) para retroalimentar nuestra (reiterativa) ironía y amargura.
La vida seguirá en la España del jazz (¡oxímoron!) con su lento pero constante "auge artístico" y la fulgurante "decadencia en los soportes"... y las mentes. Para eso tenemos el AVE, para que nuestra decadencia viaje a toda hostia.
© Carlos Pérez Cruz
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lunes, enero 14, 2013
It´s snowing on my trumpet
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viernes, enero 11, 2013
5 discos de 2012
Como es costumbre, la revista Cuadernos de Jazz solicita mi lista de los cinco mejores discos del año 2012. Como no existe eso, yo entrego otra cosa que explico a continuación:





Carlo Actis Dato & Baldo Martínez Sonidos de la tierra
Irene Aranda Yetzer
Agustí Fernández & Ramón López Azul
Chris Kase Six
Pablo Selnik & Marco Mezquida Miscelánea núm.2
“Los músicos no
estamos en crisis… creativa”. Eso me respondía recientemente el pianista
Agustí Fernández cuando le mostraba mi asombro por su ingente actividad
discográfica en tiempos de crisis del concepto. En efecto, por fortuna
para nuestra salvación, la música ha seguido siendo en 2012 un asidero
fiable para salvaguardarnos de la ESTAFA que está horadando nuestro
bienestar. En contra del acomodaticio “cualquier tiempo pasado…”, la
música creativa sigue palpitando con energía e invocando a nuestros
sentidos, más atribulados que de costumbre y sometidos por los
meteoritos digitales.
Por segundo año consecutivo me veo en la “obligación” de ofrecerles aquí mi lista de los mejores discos del año. Y por segundo año consecutivo me revuelvo contra semejante absurdo y contra el jefe contraviniendo sus indicaciones. Ni son los mejores ni están ordenados por preferencia (lo están por orden alfabético). Son cinco discos publicados en 2012 (lo único que respeto) que, por una u otra razón, me parecen un extraordinario consuelo y estímulo para el alma.
Entre los cinco aparece esa “santísima trinidad” del jazz ibérico (bautismo de Chema García) que forman el propio Agustí Fernández, Ramón López y Baldo Martínez. Los dos primeros hechizan el tiempo y el espacio con su Azul, mientras Baldo baila con el italiano Carlo Actis Dato ese folclore imaginario que es Sonidos de la tierra. Sin duda forman mi trío base. A partir de ellos, todo es posible. También lo es que Chris Kase se supere a sí mismo como ha hecho este año con Six, el sexto de una discografía in crescendo donde la sutileza y la calidez de su música desbordan la belleza.
Hasta aquí los “clásicos”, pero en esta lista figuran tres nombres (todavía) más jóvenes: Pablo Selnik y Marco Mezquida, que me desarbolaron con su descarada Miscelánea núm. 2, e Irene Aranda, la pianista jiennense, cuyo Yetzer es (casi) un milagro. Aunque este milagro es fruto de una constancia y un empeño personal que son, a su vez, un retrato de las miserias culturales de este país. Su disco, que ni siquiera existe como tal, es la expresión creativa de una inmensidad interior que, lamentablemente, se confronta con la vasta vacuidad del exterior español. Vamos, un milagro.
Por segundo año consecutivo me veo en la “obligación” de ofrecerles aquí mi lista de los mejores discos del año. Y por segundo año consecutivo me revuelvo contra semejante absurdo y contra el jefe contraviniendo sus indicaciones. Ni son los mejores ni están ordenados por preferencia (lo están por orden alfabético). Son cinco discos publicados en 2012 (lo único que respeto) que, por una u otra razón, me parecen un extraordinario consuelo y estímulo para el alma.
Entre los cinco aparece esa “santísima trinidad” del jazz ibérico (bautismo de Chema García) que forman el propio Agustí Fernández, Ramón López y Baldo Martínez. Los dos primeros hechizan el tiempo y el espacio con su Azul, mientras Baldo baila con el italiano Carlo Actis Dato ese folclore imaginario que es Sonidos de la tierra. Sin duda forman mi trío base. A partir de ellos, todo es posible. También lo es que Chris Kase se supere a sí mismo como ha hecho este año con Six, el sexto de una discografía in crescendo donde la sutileza y la calidez de su música desbordan la belleza.
Hasta aquí los “clásicos”, pero en esta lista figuran tres nombres (todavía) más jóvenes: Pablo Selnik y Marco Mezquida, que me desarbolaron con su descarada Miscelánea núm. 2, e Irene Aranda, la pianista jiennense, cuyo Yetzer es (casi) un milagro. Aunque este milagro es fruto de una constancia y un empeño personal que son, a su vez, un retrato de las miserias culturales de este país. Su disco, que ni siquiera existe como tal, es la expresión creativa de una inmensidad interior que, lamentablemente, se confronta con la vasta vacuidad del exterior español. Vamos, un milagro.
© Carlos Pérez Cruz / www.cuadernosdejazz.com
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discos de jazz,
reseña
lunes, enero 07, 2013
El refugio de la belleza
Los humanos somos
tan zafios que hemos convertido un simbólico e inspirador acto
espiritual de purgación y renovación -la entrada de un nuevo año- en una
noche-vómito, en un vulgar e histérico macrobotellón cuyos deshechos
afean el despertar del neonato.
Después
de las uvas de rigor en el tránsito del 31 al 1 (empezar el año
poniendo a prueba la velocidad de ingestión es pura simbología del
exceso), di un paseo por Jaén. Cito la ciudad por ser fiel a los hechos,
si bien me temo que cualquier otra podría ocupar su lugar en este
texto. Por ejemplo, Sarajevo en pleno asedio bélico. Por lo visto
resulta muy divertido deflagrar todo tipo de ruidosas pirotecnias (noche
ideal para el asesinato; pasaría francamente desapercibido el tiroteo).
Por no resultar excesivamente tiquismiquis (voy a formar una secta con
Javier Marías), concederé a la excepcionalidad de la fecha la
posibilidad del estallido celebratorio, aunque estarán de acuerdo
conmigo (¡eso espero, pardiez!) en que una cosa es delimitar un lugar
donde poder llevar a cabo el festival de la pólvora y otra que uno deba
andar con el retrovisor puesto para evitar ser alcanzado (para mi
estupefacción, unos menores usaron una papelera como lanzadera de su
artefacto -con el riesgo de prendimiento que conlleva- que estalló justo
delante de un coche en circulación. ¿Quién se lo compró? ¿Quién los
educa? ¿Quién los vigilaba?). Por supuesto, ni qué decir tiene que
enfermos o ciudadanos que simplemente deseen y necesiten descansar, lo
tienen chungo. Máxime cuando hay quien prolonga su fervor deflagratorio
hasta la hora en que Europa bate palmas al ritmo de una marcha militar
(“Estas marchas se parecían entre sí como soldados. La mayoría de ellas
empezaban con un redoble de tambor". La Marcha Radetzky, de Joseph Roth).
martes, enero 01, 2013
Cambalache de Año Nuevo
Para alguien que no sigue tradición alguna, la tradición anual del Cambalache de Enrique Santos Discépolo para abrir año. Hace unos hice esta remezcla con varias versiones con la que brindo por ustedes:
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