Páramo. Paseo por varias ciudades españolas de histórico pasado cultural. Ahí está la clave: pasado. Hoy pasear por sus calles o por las de cualquier ciudad española es comprobar que el estímulo intelectual desaparece de forma vertiginosa. Donde antes existía una sala de cine ahora o bien una bajera abandonada o bien la enésima tienda de ropa barata de franquicia (con sus puertas abiertas de par en par chorreando aire acondicionado y vomitando discoteca). ¿Dónde están las librerías? Las hay de viejo que incluyen bisutería en su oferta.
Páramo (bis). Más difícil todavía. Encuentre usted una tienda de discos. Hay ciudades en las que directamente han desaparecido; otras en las que apenas resiste una. Las que mantienen viva la llama apenas tienen referencias ni diversidad (de sellos y estilos). Entrar en ellas es un ejercicio de ideología, un grito en el desierto. Dentro de poco la duna las enterrará y serán parte de la arquelogía del pasado. ¡Vive la résistance!
Fiesta. Desayunamos, comemos, merendamos y cenamos con la prima de riesgo y se anuncia el Apocalipsis y, sin embargo, como cada verano hay verbenas, tracas y... ¡cómo no! La correspondiente ración de maltrato animal. Hay quien duplica o triplica la inversión por contar con un toro peligroso (¿?) de fama sangrienta (¿?) para sus festejos populares. Una edificante actividad recreativa costeada por los presupuestos públicos. Verano de recortes en el presupuesto social y subvención del Recorte taurino. Los mercados cornean el bienestar y el Estado nos pone los cuernos.
Fiesta (bis). Cuatro de la tarde en un pueblo andaluz de apenas cuatro mil habitantes. Cuarenta grados de temperatura bajo un sol de spaghetti western. Unos trescientos jóvenes (algún adulto, numerosos adolescentes y también niños) beben y contorsionan sus cuerpos al ritmo de la atronadora taladradora de un pésimo DJ. No deja de sorprenderme la capacidad de convocatoria que entre muchos jóvenes tiene la combinación alcohol, ruido y concentración masiva. ¿Será un ejercicio de purgación personal? ¿De qué? Te voy a comer con tomate, dice la letra de la canción.
Páramo (bis). Más difícil todavía. Encuentre usted una tienda de discos. Hay ciudades en las que directamente han desaparecido; otras en las que apenas resiste una. Las que mantienen viva la llama apenas tienen referencias ni diversidad (de sellos y estilos). Entrar en ellas es un ejercicio de ideología, un grito en el desierto. Dentro de poco la duna las enterrará y serán parte de la arquelogía del pasado. ¡Vive la résistance!
Fiesta. Desayunamos, comemos, merendamos y cenamos con la prima de riesgo y se anuncia el Apocalipsis y, sin embargo, como cada verano hay verbenas, tracas y... ¡cómo no! La correspondiente ración de maltrato animal. Hay quien duplica o triplica la inversión por contar con un toro peligroso (¿?) de fama sangrienta (¿?) para sus festejos populares. Una edificante actividad recreativa costeada por los presupuestos públicos. Verano de recortes en el presupuesto social y subvención del Recorte taurino. Los mercados cornean el bienestar y el Estado nos pone los cuernos.
Fiesta (bis). Cuatro de la tarde en un pueblo andaluz de apenas cuatro mil habitantes. Cuarenta grados de temperatura bajo un sol de spaghetti western. Unos trescientos jóvenes (algún adulto, numerosos adolescentes y también niños) beben y contorsionan sus cuerpos al ritmo de la atronadora taladradora de un pésimo DJ. No deja de sorprenderme la capacidad de convocatoria que entre muchos jóvenes tiene la combinación alcohol, ruido y concentración masiva. ¿Será un ejercicio de purgación personal? ¿De qué? Te voy a comer con tomate, dice la letra de la canción.
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