Todos podemos intuir qué es una feria como ARCO, al igual que sabemos que los festivales de verano son a la calidad musical lo que Cadena Dial a la música española. Sin embargo, la reacción ante una feria como ésta tiene valor de representatividad: cómo somos. Amigos de la chanza y el jolgorio, nos refocilamos ante las excentricidades a precio de paraíso fiscal, mientras ignoramos lo que de bueno pueda haber en la feria, que haberlo lo habrá. Es decir, ponemos el zoom del cachondeíto en lo ridículo e ignoramos lo que de verdaderamente creativo pueda haber. No es muy diferente de cualquier otro ámbito cultural: la energía que dedicamos a lo chusco y paródico se la quitamos a la belleza, pura y simplemente. También en periodismo, claro, donde preferimos sentarnos frente al televisor a ver los excrementos verbales de Marhuendas e Indas para alterarnos ociosamente, en vez de concentrarnos en premiar con nuestra atención a quienes simple y llanamente se dedican a hacer algo tan difícil en estos tiempos: su trabajo. Apreciar lo bien hecho requiere un mayor esfuerzo que dejarse llevar por las oleadas de mediocridad y mal gusto. La recompensa, eso sí, es infinitamente mayor.
Carlos Pérez Cruz
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