Kevin Shea, Peter Evans, Moppa Elliott y Jon Irabagon
(Huesca 15/02/2011)
© Jesús Moreno
Quede dicho de antemano que quien esto escribe es trompetista pero, hasta hoy, el instrumento ha quedado en segundo plano en el momento de hacer valoración de la música ajena. Si hay trompetista en un concierto me fijo, obviamente, en particularidades técnicas que me pueden interesar por cuestión de oficio pero tiendo a concentrarme en la música como expresión colectiva. Sin embargo durante la actuación oscense del cuarteto mis orejas dirigieron la mirada a un objetivo casi exclusivo por una cuestión de asombro. Lo que es capaz de hacer Peter Evans no se lo había escuchado a ningún trompetista en mi vida. No por sus extraordinarios agudos, registro medio y graves (incluidas notas pedales), ultrasónico doble picado, flexibilidad, vertiginosos saltos interválicos, inagotable resistencia (respiración continua incluida) o velocidad de fraseo sino porque todo ello son virtudes de un mismo tipo que, además, van complementadas por un sonido acogedor y redondo incluso en los agudos más extremos y, lo que es más importante, por un sentido de la improvisación absolutamente vibrante y creativo. Tiene tan sobradas facultades que cualquier cosa que se le ocurra la puede lograr. ¿Qué velocidad melódica habría alcanzado el Be Bop de haber compartido escenario en su fundación con Charlie Parker?
Peter Evans y Kevin Shea
(Huesca 15/02/2011)
© Jesús Moreno
No con 'Bird' pero sí con otro buen saxofonista, con Jon Irabagon, comparte soplidos Peter Evans. Si el trompetista es músico de múltiples registros estéticos (escúchesele interpretando el Primer movimiento el Concierto de Brandenburgo nº2 de Bach, prueba del algodón de estilo y resistencia) Irabagon demuestra igualmente capacidad de adaptación a las exigencias del guión. Capaz de arrollar con una grabación como Foxy (que suena inmediatamente después de la de Evans en el viaje de vuelta), y su más de hora y cuarto de visceral soplo ininterrumpido (¡¡!!), en la noche de Huesca se mostró mucho más comedido. Un saxofonismo elegante, pulcro e impoluto (a tono con la trajeada pose del grupo vestido para la noche del baile de graduación) que de vez en cuando rompía en humoradas efectistas (en todo baile de graduación llega el momento de hacer de la corbata cinta de pelo) o de citas (como la del inicio del Primer movimiento de la 5ª Sinfonía de Mahler... de trompeta en el original). Irabagon y Evans llevan el peso evidente del reparto de solos que incluso se solapan en el momento en que uno de los dos recoge al vuelo una idea expresada por el otro; se construye así una doble línea improvisadora con identidad diferenciada que, sin embargo, pareciera hecha para el acompañamiento el uno del otro. La capacidad de caer conjuntamente a las pocas guías temáticas que dan rienda suelta o asoman en cada bloque musical (más que temas son bloques de improvisación a partir de unas pocas células rítmicas y melódicas) es de una precisión milimétrica; su conjunción tiene lo mejor del trabajo académico y de la libertad que se le supone a esta música. En ese sentido la música de MOPDTK (es imposible no pronunciar el nombre completo para poder escribir el acrónimo) sigue unos patrones muy básicos, muy propios del Be Bop, en el sentido de que la melodía es la excusa para improvisar. De hecho muchas de las melodías leídas eran pura ortodoxia bebopera aunque con el aditivo de mil y un colorantes estéticos en su exposición y desarrollo.
Moppa Elliott y Jon Irabagon
(Huesca 15/02/2011)
© Jesús Moreno
Moppa Elliott es quien impulsó la creación de este grupo allá por 2003. Él es quien firma las composiciones, quien habla por el grupo y, sin embargo, quien ejerce la más discreta de las funciones en el escenario. Muchas veces calla (podrían funcionar perfectamente como trío de vientos y batería), otras refuerza golpes rítmicos de la batería de Shea y en otras digita un efectivo y tradicional walking. Su trabajo es de cohesión de un grupo donde dos solistas se imponen de forma muy evidente y, sin embargo, donde sin él ni Kevin Shea no habría sonido MOPDTK (¡se me resiste!). Aunque Peter y Jon apabullen con su virtuosismo (rara vez gratuito) los dos de atrás (por posición escénica) no quedan en meros sideman intercambiables sino que tejen la red y provocan. Kevin Shea - que inició concierto con un solo de irónica sobreabundancia golpeadora - es el loco perfecto que toca una batería que es de Jazz tanto como de Rock como también espasmódica (¿género en sí mismo?). Su cara de niño travieso, ausente e imperturbable con traje y recién levantado de la cama hacen el resto en su papel de cómico, bien documentado en videos por la red de internet o en su solo de gestos sin pegar un solo golpe a la batería en el concierto. Momentos de humor que aportan un plus lúdico al Jazz arrollador y descarado del grupo que, además, demuestra la cada vez mayor permeabilidad de las nuevas generaciones de jazzistas para incorporar formas de expresión musical hasta hace no tanto aparentemente irreconciliables.
Carlos Pérez Cruz
PD: ¿Atraigo a los incontinentes verbales? ¿Llevo encima un cartel invisible para mí que invita a que se sienten a mi lado en los conciertos? ¿Soy yo el equivocado y la conversación continua y competidora del volumen musical es lo educado? ¡Qué cruz!
© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Publicado originalmente aquí.
1 comentario:
¿PERO ESTE ESTROPICIO SE CONSIDERA JAZZ?
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